miércoles, 31 de diciembre de 2008

Feliz Año Nuevo!

Hace ya 366 días de aquel último 31 de diciembre. Aún lo recuerdo como si fuese ayer, y es que este año se me ha pasado en un abrir y cerrar de ojos.
Estábamos todos juntos, disfrutando de una noche que terminaría con el típico chocolate con churros ya bien entrado el amanecer, recordábamos que había sido un año lleno de cambios.
Este 2008, comenzaba con una comida familiar después de una noche sin dormir. Pronto llegó la festividad de los Reyes Magos y con ella el fin de mis vacaciones. Volvía a Coruña. En el frío enero descubrían un secreto a voces, un secreto de dos; nos preinscribimos para la party de Santiago; llegué a sentir el miedo, el miedo a volver a tropezar otra vez en la misma piedra, de volver a naufragar.
Y así llegó un disfrazado febrero, más largo de lo habitual. Mi madre me acusaba de tener “cara de trasno”, recordaba en una regata los viejos tiempos, aquellos en los que hacía deporte. Disfrutaba de la nieve de Manzaneda y de una sesión fotográfica por Coruña.
Y a la vuelta de la esquina, me esperaba Marzo en el que disfrutaba de unos ricos gofres, y del tan ansiado comienzo del campeonato de motociclismo. Nos prometimos seguir siendo socios en lo de soñar despiertos. Dibujamos sonrisas. Visitabamos el HDD World. Disfrutamos del San Pepe y de unos días frikis en la XGN . Viajé a Portugal, pasando tan cerca del pueblo del chico del tazón verde. Y sin saber como, me nominaron a premio de mejor locutora novel en la gala de OsCuac en la que el programa de “Hasta los Kinder” ganaba el premio al programa mas caótico. Y la “primavera llegó para curarme el invierno” y traer consigo a un intenso abril.
Un abril lleno de magia, sueños, amigos, de un aprender a volar, de sonrisas empapadas en un cristal, de estaciones de tren, de gofres, de algunos apuntes de álgebra, de fútbol, de manos entrelazadas, de helados, de un no vivir de ilusiones pero sin ellas tampoco, de Raw, de ciencia, de niñez y de momentos de playa.
Mayo llegó con sabor a mirabeles y con sueños raros de cebollas gigantes robamonedas, de atrapasueños. Sabor a aprobado en el teórico del carnet de conducir. Tambien trajo consigo algún enfado. Fantasía. Imaginación. Crecer. Depor. Darle importancia a cosas que no las tienen. Con la dulce llegada de un 24 y su mitad. Y volver a recordar que las aventuras mas dulces son las más inesperadas, viviendo un cuento de hadas.
Y con un par de alas, mayo se fue volando para traer con los rayos del sol mañanero a junio, un junio que pasó de manera fugaz y constelar. Llegaba la época dura de estudio, la recta final. Celebramos sus 20 primaveras. Me dediqué a coleccionar instantes. A la luz del fuego, nos embriagamos de la magia del solsticio de verano. Traté de “hacerle trampas al sol”, pero la última noche no perdonó y llegó la dura despedida, en la que ninguno faltó a su promesa.
En Julio, empezaba mis días de trabajo. Nacía el Estanque del Reflejo, una manera de dejar fluir los sentimientos. Me enamoraba de muchos rincones de “A Guarda”, soportaba los cálidos días de sol con ricos helados italianos y con alguna que otra tarde en el cine.
Con algo de prisa amaneció agosto, uno de mis meses preferidos del año. Cumplía mis 20, para dejar atrás esos 19. Celebramos fiestas y cantamos en los musicales. Cogí un tren a Vigo para reencontrarme con el chico del tazón verde. Y con el fin de agosto, terminaban mis días de trabajo.
Septiembre vino de la mano de estadística, de exámenes, con mi vuelta a Coruña por unos días. Esquivábamos la soledad y mediamos el tiempo en latidos. Las últimas fiestas del verano, septiembre las pasó por agua y como contraste, vivimos unos días de sol intenso en Verín, viviendo “A revolta dos Irmandiños”.
Octubre comenzó en el mismo instante en el que crucé la puerta de mi lugar de residencia en Coruña. Vino cargado de motivación y ganas, de tardes en Riazor. Como banda sonora un concierto de La Fuga.
Noviembre nació con la sonrisa de una niña que es debilidad de muchos. Danzamos con las ideas.
Y en un chasquido de dedos, diciembre volvió a hacer presencia. Pasamos un día recorriendo las calles de Madrid, me aprendieron que el amor y la locura siempre viajan juntos y hacen que la distancia no exista.

Hoy dejamos atrás un año para darle la bienvenida a otro. Un año lleno de grandes momentos, de sonrisas, de felicidad, de magia. Sin duda, el balance es positivo. Y estos 366 días serían muy diferentes si muchos de vosotros no estuvierais conmigo. Vosotros lo habéis hecho diferente y hoy puedo presumir de haber colgado una sonrisa en cada cuadrícula del calendario.

El hada y el nuevo duende llegado al estanque, os desean un feliz año nuevo! Y ojalá que os llene los bolsillos de felicidad y de amor, para que nunca dejéis de sonreír!

Besos para todos

martes, 30 de diciembre de 2008


La distancia entre dos corazones siempre se reduce a milímetros

lunes, 22 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

Como cada año, bajamos al desván para buscar ese par de cajas. Habían acumulado bastante polvo desde la ultima vez que las vimos, hace poco más de un año.
Ya en el salón las abrimos, y en ese pequeño rincón cerca de la ventana, armamos rama por rama ese árbol. Le ponemos bolas de colores, estrellas brillantes, pequeños muñequitos de nieve, cintas plateadas, luces juguetonas... Todos juntos le damos vida.
En estas fechas, se reune la familia, pasamos grandes momentos juntos, y echamos de menos a los que por algún motivo no pueden estar con nosotros.

En una hora pondré rumbo hacia Portugal, tal vez no pueda pasarme por aquí en unos cuantos días.
Así que quiero aprovechar para desearos una Feliz Navidad a todos los que perdeis un momento de vuestro tiempo para dejar vuestra huella en el estanque.
Que estos días estean repletos de sonrisas, de magia, y de felicidad!

Besos muy grandes a todos!

sábado, 20 de diciembre de 2008

¿Borrón y cuenta nueva?

Ayer recibí una carta suya. Hacía tanto tiempo que no tenía noticias de ella. Recuerdo difusamente la última vez que ambas mantuvimos una conversación. Fue hace unos cuantos años. Por aquel entonces aún éramos amigas. Sí, éramos amigas. Compartíamos secretos, reíamos, confiábamos la una en la otra, soñábamos despiertas, imaginábamos nuestro futuro. Pero el destino hizo que nuestros caminos tomasen direcciones distintas.
Se fueron aflojando los lazos que el tiempo y los sentimientos habían tejido para las dos. Supongo que ambas tuvimos nuestra parte de responsabilidad en que esto ocurriese, mas ya no merece la pena buscar culpables. Reíamos juntas, conversábamos de pequeñas cosas del día a día, pero la confianza se había congelado sin que nos diéramos cuenta. Y sin darnos cuenta, llegó aquel día en el que todo acabó de la peor manera posible. Sus palabras hicieron daño, olvidaron lo que significa el respeto. Y se desvinculó de su atributo “amistad”, para dejarme sola. El tiempo pasó. Nos cruzamos unas cuantas veces, pero a penas nos mirábamos. Ella no se interesó por mi, a mi me dolía pensar en ella. Y así lo dejamos pasar… Ahora de repente aparece de nuevo, preguntándome acerca de mi nueva vida, para saber que tal me va…

¿Qué debería de hacer? ¿Borrón y cuenta nueva?

lunes, 8 de diciembre de 2008

Silencioso reencuentro

Miro por la ventana. El cielo es el mismo de ayer, ese cielo que lloraba nuestra despedida. Sin embargo, hoy dibuja una sonrisa color azul, que inunda todo con su luz.
Salgo a la calle, apenas llevo equipaje. Tan solo los bolsillos abarrotados de sueños. Sueños de un corazón que me embriagaba de añoranza y echar de menos.
Me siento en uno de los bancos de la estación, permanezco a la espera de ese mismo tren que un día separó nuestros caminos. En mi memoria se agolpan los recuerdos.

- Que ganas de volver a verles, de volver a abrazarles, de volver a tenerles frente a frente –pensé, al mismo tiempo que un altavoz afónico anunciaba la llegada del tren regional.

Me levanté rápido. Me subí con prisa. Inquieta me senté en uno de esos viejos sillones color azul oscuro. Sonreía.
El viaje se hizo largo, muy largo. Miraba con frecuencia a través del cristal para comprobar en cuanto se había reducido la distancia.
Transcurrida una eternidad, el paisaje que se dibujaba era conocido.

- Por fin estoy en casa... - me susurré a mi misma.

Mi mirada buscaba con ilusión esos ojitos tristes que un día me dijeron “hasta luego”. Tenía la necesidad de encontrarme con esa carita triste que un día me vio marchar, para sentir que todavía era quien de esbozar sonrisas, de esas que un día dibujamos juntos.

Y allí estaba él. No pude evitar ponerme de pie. Seguía mirándole. Él no cambiara desde aquel entonces, parecía no haber pasado el tiempo por él. Pero no era así…
Tan pronto las puertas se abrieron, yo salté al andén… nos fundimos en un abrazo, y le dimos voz a ese “te quiero” que un día dejamos que se ahogase en esas vías que un día nos separaron.
Sé que mi billete es de ida y vuelta. Que habrá muchas otras tantas despedidas. Pero también otros tantos reencuentros.

sábado, 6 de diciembre de 2008