viernes, 8 de octubre de 2010

Historia de un atardecer...



Lo habíamos perseguido. Habíamos subido a la cima de la montaña buscándole.
Por suerte o por desgracia, ya se nos había escapado una vez. Es rápido y no espera por nadie.
Pero esta vez llegábamos a tiempo. Una vez en lo alto, aparcamos el coche y nos sentamos en el borde de la carretera, frente al mar (un mar al que yo no estoy acostumbrada).
Cuando pudimos darnos cuenta, ya estaba emprendiendo su fuga. El cielo parecía arder en llamas.
No le perdimos de vista. En un suspiro, la estrella se perdía en el horizonte.
Habíamos invertido más tiempo en llegar hasta allí que lo que el tardó en esconderse. Pero sin duda mereció la pena. Todavía tengo aquel instante grabado en mis retinas y en mis recuerdos.