jueves, 27 de noviembre de 2008

Silenciosa despedida

Caminaba sin prisa bajo la atenta mirada de un cielo gris. Las nubes se agolpaban queriendo llorar. Hacía frío. Miraba con detalle las calles silenciosas , esas que tardaría en volver a pisar. Me encerraba en mis pensamientos mientras escuchaba como único ruido de fondo el traqueteo de las ruedas de mi maleta.
¡Hay que ver cuanto pesa!- pensé. Y es que no eran pocos los recuerdos que allí llevaba. Los recuerdos de toda una adolescencia, de la infancia, de ese mismo lugar, de sus gentes.

Caminaba sin prisa. Sola. No me había despedido de nadie y aún no sabía bien el porqué.
¡No me gustan las despedidas! Son tan amargas, tan tristes –pensé.
Caminaba sin prisa. Cuando pude darme cuenta ya estaba comprando el billete para subirme a ese tren que me llevaría lejos. Muy lejos.
Mi mirada se perdía entre las vías. Las mismas que unían tantos lugares, pero que hoy me separaban del mío.
Despacio, fui aproximándome al andén. El tren había llegado. Subí al vagón que me correspondía. Recuerdo que todo estaba decorado con colores tristes.
Me quedé de pie, cerca de la puerta. Miraba a través de la ventana. La voz apagada de los altavoces anunciaba la inmediata partida de mi tren.
Fue entonces cuando mi mirada dejó de perderse en la nada, para encontrarle a él. Sí, era él. Venía corriendo. Al llegar, paró en seco y miró hacia mi vagón. Nuestras miradas se encontraron. Yo no podía bajarme del tren. Pronto partiría. Pero el no dudó ni un segundo en subirse al mismo. Me abrazó. Me abrazó como se abraza a alguien a quien quieres y al extrañarás. No dijo ni una sola palabra. Abandonó el vagón. Las puertas se cerraron.

Nuestras miradas se volvieron a encontrar para besarse. Me sonreía, con un gesto feliz a la vez que amargo. Me sonreía, como se sonríe a alguien al que no sabes en cuanto tiempo volverás a ver.


El tren empezó a avanzar, despacio, como si fuese cómplice de mis sentimientos y no quisiera irse. Nuestras miradas se alejaban cada vez más, dejando que un “te quiero” se ahogase en la distancia.

martes, 25 de noviembre de 2008

Non me acovardo aínda que me bañen os silencios mortos de cemiterios angostos, de mans que apuñalan a oscuridade, que se desangra; de encubertos bailes, que suscitan o pracer e o odio. ¡Non!, non hai motivos para acovardarse.

Covarde é só aquel que non loita consigo mesmo por toda a eternidade.

martes, 18 de noviembre de 2008

La cosa va de besos

Me dediqué a coleccionar cada uno de los besos que nacían de sus labios. Los protegía como si de un tesoro se tratase en aquella cajita envuelta en palabras de amor.
Los guardaba para cuando él ya no estuviese, los guardaba para cuando la distancia hiciera de las suyas y ya no pudiera sentir su dulce sabor.
Pero fui impaciente, y ese último beso dejó de ser tangible el día en que abandoné Coruña.
Ahora sólo queda el recuerdo de lo que fueron...

Hoy podría coger cualquier autobús, cualquier tren con tal de un beso más.

sábado, 15 de noviembre de 2008

Un lápiz para dibujar sonrisas; un te quiero guardado siempre en el bolsillo izquierdo de la camisa, ahí al lado del corazón; una mano suave que recoja con cuidado las lágrimas que resbalan por mi mejilla; una voz que me susurre: confío en ti, ahora confía tú en ti misma; unos ojos que expresan aquello que no dicen las palabras; flores silvestres para curar las heridas; y esa fortaleza para echarse los problemas a la espalda.

Eso es lo que has hecho y sigues haciendo: dibujar sonrisas, ayudarme sin dudar en todo momento A veces creo que cargas demasiado con mis problemas, porque tal vez este pequeño desastre no puede con todo ella sola. A veces creo que serías capaz de echarte a la espalda mi mundo entero. Perdóname, no es justo que siempre lleves tanto peso.

Dicen que no siempre se recibe lo que se da; yo aún te debo mucho.

lunes, 10 de noviembre de 2008

¡Gracias!



Hay personas que cuando se cruzan en nuestro camino, cuando forman parte de algun momento de nuestra vida dejan heridas. Heridas que solo cicatrizan con el paso del tiempo, heridas que a veces duele al recordar. Sin embargo, hay personas que cuando están a nuestro lado se dedican a sembrar flores, esas que curan los rasguños del corazón que otros dejaron a su paso.

¡Gracias por sembrar flores!

domingo, 2 de noviembre de 2008

Olvidar...

Olvidé olvidar…
Olvidar aquellos fotogramas de mi vida teñidos de gris.
Olvidar a aquellos fantasmas cubiertos de retazos de dolor.
Fantasmas del pasado.
Fantasmas de un pasado que a veces me visita en el presente.
Pero ya no sufro, ya no siento dolor por todo lo que había sucedido.

¿Será que soy incapaz de odiar?
Puede ser.

¿Será que he perdonado?
Tal vez, pero entonces ¿Por qué no olvido?

¿Será que es cierto cuando dicen que el tiempo todo lo cura?
Tal vez, parece que se han cerrado las heridas, pero de cada herida queda una cicatriz.

Cicatriz que me ha hecho aprender, aprender a no ser gilipollas, aprender a pensar un poco más en mí y no siempre en los demás.
A veces me cruzo con esos fantasmas: en una parada de bus, por las calles.

Pero ya no sufro, ya no siento dolor.
Tan sólo siento indiferencia.

Entonces, ¿eso quiere decir que he olvidado?

sábado, 1 de noviembre de 2008

Dudas


Dudo

en darle nombre a este amor

o pensar en el dolor.

Dudo

en si tu me quieres

como te quiero yo.


Dudo

si besarte en la cara

o decirte adios.


Dudo

si a los ojos mirarte

o fingir no verte.


Dudo

si ponerme a tu lado

o seguir tus pasos.


Y entre duda y duda

muero por dentro.


Dudo

de tu sonrisa y tu silencio

o de llorar tu ausencia
.



Por dudar

dudo de ti

de mi

y de este vivir dudando.